Mi Domingo de Ramos, por N.H.D. Adrián Flores Sánchez
Ocho de la mañana, suena el despertador, después de haber dormido unas pocas horas debido a los nervios y las ganas… ha llegado el día. Me levanto de la cama y me dirijo a la ventana, hace un día estupendo, hoy salimos pienso, voy a la ducha para comenzar a vestirme, me pongo mi camisa, corbata y mi mejor traje, es un día muy especial.
Nos reunimos a las nueve de la mañana, desayuno con amigos, hermanos, cofrades y nos disponemos a ir hacia la puerta de nuestro templo, la Iglesia de San Pedro. En ella pasamos una buena mañana, un gran número de hermanos reunidos y haciendo vida de hermandad.
Llegan las doce del mediodía y es el momento de irnos, nos dirigimos hacia la Virgen del Mar, una cantidad de ‘cenutrios’ reunidos en el kiosco, tomándose una cerveza, es el preludio a nuestro ansiado Domingo de Ramos.
Llega la Borriquita, ya se acerca la hora, los nervios a flor de piel, pero sobre todo ganas, muchas ganas. Es el momento de volver a casa, hay que cambiarse y prepararse, a las cuatro hemos quedado en la Plaza Vieja.
Las cuatro de la tarde y nos dirigimos a la Plaza Vieja, allí hemos quedado las dos cuadrillas de costaleros junto a todos los capataces. Comienza la charla, el capataz, mi padre, está nervioso, se le nota en la voz, tartamudea, ya son más de treinta años como capataz de esta hermandad, pero lo sigue viviendo como el primer día y con los mismos nervios, espero que a mí me pase lo mismo y siga con las mismas ganas e ilusión durante toda mi vida. Acaba la charla, nos mandan hacernos la ropa, reparto de relevos y últimas palabras antes de marchar hasta San Pedro.
Ya estamos todos en San Pedro, los costaleros del misterio se meten en el paso, mi padre llama. Comienza a andar al son de la Banda Municipal de Berja, de costero a costero, como ellos solo saben hacerlo. Encara la puerta, comienzan las lágrimas, lágrimas de muchos costaleros que antes llevaban a a su Cristo a la gloria, pero que ahora lo hacen con su Madre. Nos toca a nosotros, a los pequeños, a los del arte. Tocan al martillo, es de nuevo mi padre, ahora lo escucho mejor, como a mi me gusta, debajo de un paso, fuerte para arriba nos dice, ha llegado nuestro día.
Caras de felicidad, risas, llantos, pero mucha alegría, estamos en la calle y disfrutando de lo que más nos gusta, el arte del costal. Vamos pasando calles, conventos, la Catedral, la carrera oficial, pero llega el momento, llega nuestra calle, llega Ricardos.
El misterio va primero, se levanta el paso, se forma la bulla, los pequeños no queremos perdérnoslo, avanzan con elegancia y Siempre De Frente, suena Este Es Mi Cuerpo, su marcha, nuestra marcha. Llega el momento de irme, tengo que dejarlo, me toca llevar a su madre de nuevo junto a él.
Sale el relevo, muchos abrazos, los que salen, ya no volverán a entrar, para ellos ha acabado el Domingo de Ramos, no colocamos en las trabajaderas, suena el martillo, es una de las últimas levantás. Llegando al final, suena Fe Y Caridad, esto llega a su fin. Encaramos la puerta, es la última levantá. Ya estamos dentro, pararse ahí dice el capataz, suena el martillo, “ahí queó”.
Besos, abrazos, lágrimas, sonrisas, fotos… y así queridos amigos es como yo vivo mi querido Domingo de Ramos, así es como un hermano, cofrade y costalero disfruta de lo que para él, es el mejor día del año.
Adrián Flores Sánchez, hermano y costalero de Fe y Caridad