Palabra y Eucaristía

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Por Manuel José Guerrero Amate, vocal de cultos

Ya estamos en Cuaresma, tiempo de preparación y esfuerzo. En este tiempo, quiero que nos detengamos un momento, para hablar de Dios. Así de claro, conciso y directo.

Deseo compartir unas reflexiones que me quemaban en el corazón, y ahora al compartirlas, puedo quedar con la tranquilidad, que a alguien, en algún lugar, en algún momento, les puedan servir para detenerse y como a mí: le hagan pensar y dedicarle tiempo a nuestro Señor Jesucristo.

A la llegada del tiempo de Pascua, este año, no encontraremos a la chavalería buscando la cera, que llora de los cirios cada Semana Santa, pero si temblarán los pabilos de las velas que acompañarán a nuestros sagrados titulares, en un ¡gran testimonio de fe estático sin precedentes!

No habrá ‘mecías’, ni ‘levantás’, pero en nuestros templos, sí habrá una atmósfera repleta de sentimientos, recogimiento e intimidad de Dios con nosotros.

Donde siempre está el Señor esperándonos, en el sagrario.

No se saldrá a la calle a testimoniar nuestra fe en Cristo Jesús y su Santísima Madre como cada año, preparando la cofradía la estación de penitencia. Pero sí recibiremos su Gracia, su Misericordia y su Bendición, como cada Semana Santa, como cada triduo Pascual, mientras Él quiera.

Sí se celebrará la Semana Grande, La Santa Semana de Cristo, esperanzados y con la mirada puesta en su bendita Resurrección. No veremos insignias, ni capirotes, no se realizará carrera oficial, pero sin embargo, nos esforzaremos en tener una relación más personal con Dios, un contacto más íntimo, podremos agradecer, solicitar, realizar promesas y orar delante de sus sagradas imágenes.

En esta ocasión, en estos tiempos tan convulsos, que nos empiezan a faltar seres queridos, que nos falta esperanza, tendremos que pedirle, lo mismo que los discípulos de Emaús…”Señor, quédate con nosotros”.

Por eso, este año, con más fuerza que nunca, la protagonista, como siempre debe ser, será La Palabra de Dios, escuchar lo que quiere decirnos el Señor. Escucharle en su Palabra, interiorizarla y dejarnos llevar de su mano a través de la Eucaristía. El Señor nos invita a su banquete Pascual. Porque nos ama, se nos ofrece en cuerpo y alma, a través del pan y el vino. ¿Alguien podría rechazar una invitación tan grande?

No sabemos dónde nos conduce Dios a cada uno de nosotros, pero tenemos la absoluta seguridad: “¡Que su bondad con nosotros no tiene límite!”, como decía el Cardenal Robert Sarah, en su libro: ‘Dios o nada’.

Podemos tener ganas de Semana Santa, de estaciones de penitencia, y todo lo que rodea esta celebración, pero lo que debemos tener es: “hambre de Dios, porque no hay miseria más profunda, que no tener a Dios.” comentaba el cardenal Sarah.

No nos quedemos solo en la imaginería que nos ayuda a recogernos en oración, sino también en su Palabra.

El Señor nos habla y nos pide, ser apóstoles de hoy, salir a evangelizar, a hablar de Él y dar ejemplo con nuestros hermanos, en el trabajo, en la familia, con los amigos…este año tenemos y debemos ver a Jesús en la calle, a través de los demás.

Procurando hacer ver, que somos seguidores de Jesús y que nuestro comportamiento, actitud y cotidianidad, tienen un sentido cristiano. El Señor, es el amigo que nunca falla, que nos ayuda en nuestro día a día. Por eso debemos recibirlo como nuestro alimento espiritual en la Eucaristía.

Rememoremos junto a Él, los últimos días de su Pasión, muerte y con gran gozo, su Resurrección, a través de su Palabra y la Eucaristía.

Como el título de un buen libro decía: “La Eucaristía, medicina de inmortalidad”. ¡Vivamos esta Semana Santa como ninguna otra! En presencia de Nuestro Señor y su Santa Madre, rogándoles que sepamos aceptar los designios que tienen reservados para nosotros, con humildad, amor y ganas de trabajar para santificar su Santo Nombre y entregarnos a nuestros hermanos.

¡Hágase siempre tu voluntad, así en la tierra como en el cielo!

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